Arte

El Triángulo de la Tristeza en tres actos.

Triangle of Sadness, película escrita y dirigida por Ruben Ostlund, es una sátira sobre la fama y la burbuja social de ese 1% de personas que representan la riqueza mundial. Con esta pieza audiovisual se invita a reflexionar sobre la hipocresía contemporánea y como, en tres actos, esto hace que haya una pérdida del contacto con la realidad. Aquí no hay héroes ni villanos. Lo que hay son seres humanos.

El primer acto nos hace una introducción de la pareja de personajes principales Carl y Yaya y el mundo donde se desarrollan. Por su parte, Carl es un aspirante a modelo que encuentra difícil ser parte de ese mundo de la moda a pesar de su físico y sus ganas de serlo. Su novia, Yaya, es influencer por lo que vive una vida de aparentes lujos gracias a patrocinios y popularidad en las redes sociales. La escena que resume su relación amorosa y su vida de apariencias se consume en el ascensor donde la pareja discute sobre dinero, quién ha pagado qué y las reiteradas afirmaciones de Carl de que “El problema no es el dinero” cuando evidentemente si lo es.

El segundo acto se enfoca en el viaje en el yate, donde varias personas de clase social alta se reúnen para descansar. Carl y Yaya se han ganado el cupo de estar allí debido a la popularidad de Yaya y su trabajo como influenciadora. Entran en escena varios millonarios que han pagado para estar ahí y un grupo de trabajadores, antes de empezar el servicio, son entusiasmados por su supervisora quien recalca la importancia de por decirle Si a todo lo que pida el cliente para poder tener una jugosa propina. En varias ocasiones se muestra el poder que tienen los millonarios con solo sus órdenes por muy minúsculas que sean. Por ejemplo, Carl se queja de un trabajador que fuma en el wet deck y quien es rápidamente despedido ante la sorpresa del mismo chico. O también la mujer que invita a una trabadora a meterse en el jacuzzi con ella sin entender que ella está trabajando. Como no se le puede decir que no, la mujer logra que los trabajadores paren sus funciones para irse a dar un chapuzón en el mar.

El yate representa ese alejamiento de la realidad, de la tierra firme, que muchos de ellos parecen carecer. Están tan encismados en sus mundo de poder y riqueza extrema que les cuesta ver más allá y solo se centran en destacar frente a parecidos a ellos. Mientras tanto, la pareja de jóvenes torpemente tratan de encajar en la situación ya que lo que más desean es pertenecer a esta realidad. A medida que va avanzando la película, el climax llega acompañado de una tormenta que hace mover el yate. Da paso a la secuencia más impactante del largometraje y el punto de quiebre de esa tan inalcanzable clase social alta: el vomito incontrolable.

Esta secuencia de 15 minutos nos presenta como la clase alta sufre de una enfermedad que no puede escapar, rápidamente su poder de la palabra se ve eclipsado por líquidos asquerosos y pierden el poder que tanto presumían frente a los demás

El tercer acto expone una situación de extrema supervivencia. Despojados de los lujos y comodidad, los supervivientes del hundimiento del yate se enfrentan a un cambio de roles donde la que menos riqueza tenía pero más conectada a la realidad es la que termina subiendo al punto más alto del escalafón social que se plantea a lo largo de la película. En este punto ya no hay Rolex o cuenta bancaria que valgan, solo los conocimientos más primitivos como cazar y hacer fuego. Contrario a esto los tripulantes ostentosos ven como única salvación su riqueza cuando ofrecen sus posesiones a cambio de bolsas de comida sin éxito.

Al final, la película vuelve a traer la imagen del ascensor, esta vez como señal de la salvación de los náufragos y es la conexión con la realidad que han abandonado a la fuerza. Esa cajita metálica que te separa del mundo y te lleva a donde quieres ir. Nuestros personajes náufragos se dan cuenta que no están en una isla desierta sino que comparten playa con un resort de lujo el cual tiene una playa privada accediendo por ese ascensor en una roca. Pero esta vez el ascensor permanece cerrado, símbolo de que los personajes no volverán a su realidad.

En conclusión, Ostlund quiere que el público se haga preguntas. Es mejor que se queden con las ideas que les causa la película y no que divulguen un mensaje. Así como las cebras utilizan sus patrones de rayas para camuflarse dentro de su manda más que camuflarse en sus alrededores, este largometraje nos muestra el mismo comportamiento de la elite frente a los de su mimas especie.

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