Arte, Historia

La imagen y la memoria

Creepy-photo

Es indiscutible que recibimos información del mundo que nos rodea por medio de los sentidos. A pesar de que esta facultad es compleja en términos fisiológicos, es una simple mirada superficial a la imagen material de la cual recibimos información pasivamente. Pero cuando esta imagen no sólo es recibida sino percibida, pasa a ser parte de la fantasía, en donde ya existe una actividad frente a esa información y que posiblemente el imaginario puede llegar a modificar. Con base en esto, ya es conflictivo afirmar que la idea es antes que la imagen como lo hizo Platón, quién estableció la idea como única verdad (ser) y la imagen una reproducción carente de pureza de la realidad (parecer). La imagen es el factor primordial para que el proceso que involucra el eikon y la phantasia tome lugar y así, exista una modificación sobre la imagen misma que nos lleve a una experiencia particular de creación, de sustitución de un objeto real, de surgimiento de la memoria.

La fotografía es claramente el resultado físico de nuestra necesidad de perseverar una imagen, de hacerla ser más de una vez, una ayuda externa a nuestra memoria tal y como lo afirma Soulages en ‘’Para una nueva filosofía de la imagen’’. Aún así, la fotografía deja a un lado su simple adición de recuerdos para ser más una multiplicación de estos que, con ayuda del encuadre, resalta más lo que precisamente se desea recordad en un conjunto de imágenes. Esta necesidad de estar recordando constantemente por medio de las fotografías se puede ver claramente en los memento mori. Estos son los últimos recuerdos físicos de las personas que perdieron algún ser querido y que la única manera de preservar lo que alguna vez fueron es por medio de la fotografía del cadáver como si este aún estuviera en un sueño profundo. En un nivel más general, al arte ha sido un medio fundamental para la acción de recordar, de evitar perder la noción de alguien o algo que alguna vez fue. Algunos ejemplos se pueden ver en el cementerio central de Bogotá, donde las estatuas que hacen alusión al fallecido son ubicadas sobre o cerca de sus tumbas. Con estas representaciones tridimensionales se hace presente lo ausente y simultáneamente, se crea un vínculo entre los vivos y los muertos, un medio de supervivencia de lo que antes era visible.

Estas diferentes representaciones de lo ausente se han venido presentando desde la antigüedad, como en la civilización egipcia y maya, en las cuales la importancia de mantener la imagen de algo invisible ha estado presente en las tumbas. Las momias son un claro ejemplo de la necesidad de no perder lo corpóreo, con la ayuda del vendaje, el hombre fallecido puede mantenerse en el mundo mientras que su alma ya se ha ido. Este arte funerario exalta la búsqueda de mantener un vínculo entre la vida y la muerte y donde el cuerpo se establece como un objeto. Las estatuas hechas a imagen y semejanza de los fallecidos tienen el objetivo de que vigilar constantemente, que mantengan su presencia inmóvil para servir de protección y tener en claro que aún siguen allí.

Aquí vuelve a entrar a colisión la memoria que va ligada totalmente a la repetición. La repetición es al igual que estás representaciones artísticas un método eficaz para preservar una imagen determinada en la memoria. Debray asegura que el eterno retorno es necesario para llegar a tal fin ya que al llevar a cabo una constante repetición, es decir, un ritual nos ayuda a destruir la noción del tiempo y poder legar a una atemporalización.

El ritual de la memoria hace que, al carecer de tiempo, se pueda revivir. Al establecer tal ritual, es posible convertir un sitio o una actividad en una sagrada, la imagen se glorificó con el simple hecho de repetirla. El cuerpo se vuelve obra de arte, el hombre es como la fotografía ya que su deseo es perdurar. Esta perseverancia de la imagen practicada desde la antigüedad puede verse como el origen de la imagen, la imagen que surge a partir de la muerte, así como lo afirma Debray en su ‘‘Vida y muerte de la imagen’’.

A pesar de la importancia que ha tenido esta actividad desde siglos atrás, está práctica ha perdido mucha fuerza en los cementerios en la actualidad. Las tumbas se han reducido a formas minimalistas apenas con el nombre del difunto y entre menos ocupe espacio es mejor para los futuros ocupantes del territorio del cementerio. En algunos casos se conserva el cuerpo bajo tierra, pero cada vez se va haciendo más común la practica de la cremación que elimina por completo la figura corpórea.

A diferencia del contexto actual, el hombre de siglos anteriores como el XV, lograron establecer una comunicación directa imágenes que apuntaban a la representación artística. Debray nos muestra un claro ejemplo de esta conexión en el prólogo de su ‘‘Vida y muerte de la imagen’’:

‘’Un emperador chino pidió un día al primer pintor de su corte que borrara la cascada que había pintado al fresco en la pared del palacio porque el ruido del agua le impedía dormir. A nosotros, que creemos en el silencio de los frescos, la anécdota nos encanta. Y nos inquieta vagamente. […] Pero, ¿de quién nos llega este consejo: Hace gran bien a los que tiene fiebre ver pinturas que representan fuentes, ríos y cascadas. Si alguien, de noche, no puede conciliar el sueño, que se ponga a contemplar fuentes y le vendrá el sueño? De León Battista Alberti, el gran arquitecto del Renacimiento florentino. […] El agua pintada que molestaba al chino sosegaba al toscano. En los dos casos, una presencia atraviesa la representación: la frescura de la onda contemplada pasa al cuerpo contemplativo.’’(pg. 13-14)

Aquí se ve como hay un vínculo directo entre hombre-imagen en diferentes aspectos. Por un lado, el hombre oriental no encuentra satisfactorio el ruido del agua que la pintura lo hace imaginar mientras que el hombre occidental afirma que es una buena pintura para tenerla en el dormitorio para poder dormir fácilmente. Esto muestra una clara comunicación de sustancias, una estrecha relación entre el observante y lo observado.

En conclusión, a través de este breve recorrido sobre la diferencia entre imagen e idea, la actividad de la phantasia, la memoria y la fotografía como multiplicador de un recuerdo determinado, se han vuelto a analizar aspectos sobre nuestra relación con el mundo y como asociamos toda esa información que recibimos. Es de vital importancia reconocer que era necesario pensar la imagen de otra forma y establecer una nueva filosofía de la imagen que nos ayudaría a entendernos a nosotros mismos como un colectivo de imágenes. Estas, a su vez, son parte esencial para lograr que nuestra memoria funcione, no solo siendo un recopilador de imágenes, sino también un multiplicador de recuerdos. Así como la fotografía, podemos afirmar que hacemos una elección puntual sobre cierto tipo de recuerdos que, por medio del encuadre, destacamos más que los demás. Simultáneamente, la imagen sirve como conector del presente con el pasado, lo visible con lo invisible que tanto veneraron nuestras civilizaciones antiguas pero que se ha perdido con el paso del tiempo.

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