Arte, Series

El juego de varias patas y una cabeza

¿Sigues creyendo en la gente? Esta es la premisa con la que durante toda la serie ( o por el momento, la primera temporada) de El Juego del Calamar plantea a lo largo de sus nueve capítulos.

Empecemos retomando el hecho que la distribución de material audiovisual de origen asiático se está volviendo más visible en el mundo occidental y que mejor forma de encontrar estas joyas artísticas en las plataformas de streaming. Es inevitable sentir la novedad del estilo, temática y look de estas películas y series que le dan un respiro de frescura al espectador y vuelven a dejarlo al borde de la silla cuando comienzan a rodar los créditos.

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Seong Gi-Hun recién llegado al juego

El Juego del Calamar es una serie coreana describe las acciones humanas en situaciones extremas en donde la supervivencia logra anteponerse a la moral humana. Los juegos que se van presentando para eliminar concursantes rozan la realidad de la estética de los actuales juegos de televisión oriental donde los tonos pasteles y los dibujos tiernos acaparan la atención del televidente. Es curioso que lo que resalte de la cultura oriental en la realidad sea la importancia del respeto en comunidad, la convivencia es cuestión de todos y la educación desde edades muy tempranas está muy marcada por los valores éticos. Ahora, en la serie, se pone en duda. Vemos como la agresividad y el deseo de pasar por encima de los demás aniquila cualquier propuesta de comunidad. Las diferentes ambiciones de los participantes no dejan que se construyan equipos si no es pensando en el bienestar propio, una vez más nos remontamos al inconsciente salvaje como animales pensantes. Anteriormente lo habíamos visto en Girl From Nowhere.

La serie despliega dos escenarios: la vida real y miserable de nuestros personajes. Unos llevados por las deudas, otros afectados por conflictos como guerras o conflictos familiares, otros pocos por sus adicciones. Estas situaciones adversas los conducen a un segundo escenario: El misterioso y surreal mundo donde los juegos infantiles definen quien podrá sobrevivir, pasar de nivel y ser el merecedor final de una fortuna de dinero. Quizás el objetivo de utilizar este tipo de juegos es invocar la inocencia al despertar las memorias de los participantes. Pero genera un efecto inverso. La agresividad de estos y los personajes se intensifican y es muy difícil diferenciar las verdaderas intenciones de cada uno.

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El lugar es un laberinto así como la organización que está detrás de él.

En otras ocasiones hemos visto como la elite está detrás de todos los eventos secreto y sádicos como resultado de su búsqueda de diversión, aquella que ya es más difícil sentir cuando lo tienes todo. Esta elite enmascarada, que sabe que lo que hace esta mal pero con el simple hecho de ocultar su identidad, ya se sienten capaces de patrocinar y evidenciar estos juegos contra la ley, participando así en apuestas, como si fueran simples carreras de caballos.

Is Squid Game a True Story? Is the Netflix Show Based on a True Story?
Ese momento cuándo te das cuenta que las cosas van en serio.

Esta serie tiene tanto da tanto de que hablar sobre sus personajes, la historia, las posibles interpretaciones del final que sería injusto que desplegara todo aquí. Espero que este pequeño análisis sirva de incentivo para que este tipo de series sean cada vez más frecuentes que encuentren a los espectadores que tanto anhelan verlas. Es realmente gratificante ver que hay un punto donde todo aparece acabar pero no acaba y cuando lo hace queremos que siga. Esto es sinónimo de una buena historia.

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Cine, Series

Yo elegí ver Bandersnatch

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Bandersnatch es la prueba que, a pesar que la tecnología nos da la libertad de tener el control, esta siempre nos va a empujar a tomar una decisión.

Esta película es la primera (producida y distribuida por Netflix) en ser interactiva dirigida a un público adulto. Sin dejar a un lado el terror psicológico de la ciencia ficción que se ha venido desarrollando en las cuatro temporadas de la serie Black Mirror, Bandersnatch ha logrado llevar al espectador a ser uno más dentro de la historia.

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Las primeras decisiones a tomar comienzan en simples elecciones que podríamos llegar a tomar dentro de una rutina cotidiana: ¿Cuál cereal comeré esta mañana? o ¿Qué canciones escucharé en el bus camino a mi destino? Este tipo de preguntas son apenas los preparativos que van dándole los tintes setenteros al ambiente donde Stefan, un chico solitario y nervioso, se precipita al complicado mundo de la programación de videojuegos. A medida que avanza la historia y nos vamos enterando de cuales son las necesidades y deseos de este personaje, nosotros como espectadores debemos hacer elecciones más complejas que involucran simbologías, números e iniciales.  Estos nos obligan a avanzar, regresar una y otra vez a puntos de la historia donde hay que dirigirnos a direcciones contrarias. Para ilustrarlo mejor, Colin, un programador exitoso y enigmático, explica la teoría de Pacman: un ser creado para ser controlado, el cual solo consume para salir del laberinto con el fin de entrar a otro. (Muy acorde a lo que hacen las series creadas por Netflix con nosotros ¿no?)

Al tener el control sobre que elecciones tomará el personaje principal, nosotros como audiencia nos dejamos llevar por nuestro propio instinto y razonamiento. Nos personalizamos de la situación y pensamos por nosotros mismos. Es normal y natural querer ponernos en el lugar de Stefan y seguir el hilo de la historia a nuestro forma de ver. Ese es el primer error que cometemos con Bandersnatch. Fallamos al ignorar su poder como personaje, que tiene sus propios objetivos y manera de llegar a ellos. Pasamos por alto detalles que , a lo mejor, harían más fácil el desarrollo de la película. Es nuestro deber pensar como Stefan y no actuar como si nosotros fuéramos los programadores ingleses de los setentas.

La trama laberíntica de Bandersnatch reta nuestra paciencia y memoria. Esta película no es para los que prefieren dejarse llevar de la mano hasta un único fin posible y correcto. Todas las posibilidades deben ser consideradas y en ningún momento debemos pensar que hemos elegido mal ya que todas las opciones son viables. ¿Con diferentes resultados? Si. Por eso debemos atenernos a las consecuencias de nuestras decisiones y considerar cada vuelta al pasado como el descubrimiento de información útil para tomar otro camino. Por eso solo es posible tomar ciertas decisiones siempre y cuando hayamos regresado al pasado. El espectro de la realidad se dilata y aclara al experimentar estos flashbacks. Durante todo el desarrollo de Bandersnatch nos dejan más que claro el gran abanico de opciones que los mundos paralelos tienen para ofrecernos. Es igual de probable que Stefan logre el éxito de su videojuego como que resulte muerto a la corta edad de cinco años al lado de su madre en el accidente de tren.

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En cierto lugar del laberinto de la película, el papel de Netflix como plataforma online de entretenimiento se destapa y nuestro rol de público controlador queda al descubierto. A su vez fortalece la teoría de Stefan que el existe para ser controlado. ¿Exclusivamente por nosotros? No exactamente. Nosotros elegimos entrar en el juego Bandersnatch así que estamos bajo las reglas de los creadores de este. No solo Stefan está dentro del laberinto, nosotros como espectadores también estamos atrapados en él.

Es angustiante la responsabilidad que se nos otorga al momento que decidimos ver Bandersnatch. El sentimiento de encontrar una salida aumenta cada vez que una decisión es tomada. Nos abruma el hecho de chocar con una opción sin salida, sin final feliz o al menos una que no satisfaga ni al personaje ni al espectador. Cada vez que avanza la historia, las decisiones a tomar se tornar violentas e impulsivas, hasta el punto que nos cuesta creer que se pueda llegar a actuar de tal forma. Destruir el ordenador donde hemos estado trabajando por meses, saltar por un balcón o descuartizar a nuestro propio padre son acciones que están al final de nuestra lista si estuviéramos en su lugar. Pero, aún así, las tomamos por Stefan porque estamos en nuestra zona de confort. Veamos como lo hace y que tal resulta. Es sorprendente la posición que tomamos, tan ceñida pero a la vez tan separada de la realidad, nos transformamos a medida de las situaciones que vamos eligiendo. La psicosis no es solo de Stefan, ni de Colin, ni de la Dr. Haynes, ni de Peter. La psicosis la empezamos nosotros.

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